En el artículo de hoy os vamos a hablar de la Ruta 4×4 Pedraforca. La caprichosa forma de la montaña de Monserrat se perfila a más de 1.200 metros de altura en el cielo azul, marcando nuestro rumbo. Deberemos alcanzarla y rodearla para seguir, siempre con rumbo norte, en busca de otra montaña mágica, el Pedraforca, nuestro destino.
Una ruta de dos días y aproximadamente 200 Kms de pistas. Para alcanzar nuestro objetivo viajamos a través de las montañas del Anoia, el Bages y el Berguedà. Dos días de travesía por pistas casi perdidas, pasos difíciles, algunas trialeras y muchos rincones con encanto.
Partimos temprano. Llegamos al Bosc de l’Àliga (Bosque del Águila). Subimos por un cauce ya seco hace tiempo, convertido ahora en pista. En poca menos de 10 Kilómetros llegamos a la primera encrucijada, el rutometro indica el camino en peor estado. Durante unos 20 kilómetros seguimos por tramos sin complicaciones, a excepción de una trialera, que todos sortean sin demasiados problemas. Nos vamos acercando al macizo de Montserrat.
Seguimos rumbo norte, la pista, salvo la presencia de barro, es cómoda. Dejamos Montserrat a nuestras espaldas. Alguna solitaria, y probablemente abandonada masía nos recuerda una época en que desplazarse por estos lugares no era tan fácil.
A unos kilómetros al suroeste de Salvador de Guardiola disfrutamos de lugares con especial encanto, los riachuelos llevan siglos excavando la roca, dando al lugar un aire “salvaje”, aquí hacemos un alto, contemplamos los caprichos de la naturaleza y estiramos las piernas. Si todo va bien, y recorremos los próximos 25 kilómetros sin problemas, llegaremos al lugar previsto para la comida.
Nos adentramos por el Montgrós a través de pistas reviradas, aquí la hermosura de los paisajes nos hacen parar en diversas ocasiones. Seguimos atravesando bosques y campos aislados con sus viejas masías, vamos dejando atrás Montserrat. Podemos ver su perfil volviendo la vista atrás.
Estamos al oeste de Manresa, encontramos pronunciadas pendientes, afortunadamente el terreno está seco, tiene algunas inclinaciones laterales que con barro hubieran supuesto una gran dificultad, un barranco sin barreras naturales en la ladera nos hubiese obligado a tomar un camino alternativo. El buen tiempo nos acompaña y seguimos por la ruta prevista.
Ahora tenemos por delante un fuerte desnivel de unos 200 metros en bastante mal estado, pista muy rota, otro tramo divertido y técnico. Tras la descarga de adrenalina, por fin la comida.
De nuevo en marcha salimos por poco tiempo al asfalto, el justo para llegar a un curioso rincón, al lado de Sant Martí de Torruella, para ver unas extrañas esculturas, esto es Park Rojas.
Seguimos pista, y ésta se va estrechando mientras sube y baja hasta llegar a un punto donde parece desaparecer por falta de uso, escondida entre la maleza apenas se la reconoce, tenemos la sensación de que abrimos pista, pero allí está y continuamos adelante.
Sierra del Cadi 4×4
En el horizonte puede verse ya la Sierra del Cadi, hogar del Pedraforca. Empezamos a descender, igual que nubes oscuras sobre nuestras cabezas, parece que la previsión meteorológica se cumple, y la lluvia amenaza. Pasamos junto a un estanque natural, bella vista. El atardecer anuncia su llegada.
Justo en la entrada del camping un sonoro trueno, precedido de un espectacular relámpago inicia un aguacero mayúsculo. La cosa se complica. La lluvia arrecia, la parcela es un barrizal anegado de agua, es imposible plantar las tiendas.
El dilema está servido, si no podemos montar, y no encontramos alternativa para acampar, solo nos queda dormir en el coche…
Nos acomodamos en cuatro Bungalows, lo suficiente para dormir todos, aunque sea un poco apretados. Nos organizamos y en una hora estamos a cubierto de la lluvia y preparando la cena. Misión cumplida.
Son las 9:30 h, y nos ponemos en marcha. Intentamos seguir una pista hacia un cantera para no tomar asfalto. Esta cortada. Tomamos otra, imposible seguir por ella, media vuelta y buscamos desandar una parte del camino de ayer y retomar la ruta donde la dejamos.
Primera incidencia, el Toyota de Jordi se topa con una gran piedra escondida en la maleza. Rueda pinchada y la suspensión sufre un encontronazo. Reparación en pista y aunque un poco tocada la suspensión de la rueda izquierda, se decide seguir.
Reanudamos nuestro camino por una pista casi abandonada, hasta un paso de rocas. Poco a poco la pista se despeja. Los 25 km siguientes nos ofrecen una gran diversidad de paisajes, bosques, prados y montaña se suceden, y aquí o allá vemos viejas masías abandonadas hace tiempo.
Llegamos al Berguedà. Seguimos subiendo pistas y paisajes espectaculares se suceden, tanta emoción nos abre el apetito, la ruta atraviesa un hermoso bosque, un lugar ideal donde parar a comer.
Continuamos con la ruta después de comer, nos enfrentamos a una etapa nuevamente larga, 40 km hasta la carretera del pueblo de Saldes, en la falda del Pedraforca.
A partir de aquí fuertes ascensiones, la pista bastante rota parece una rampa directa hacia la cima de la montaña, hay que usar las reductoras durante mucho rato, la marcha es lenta, pero la extraordinaria belleza del Pre-Pirineo catalán justifica el esfuerzo de nuestras mecánicas.
Perdemos la señal GPS constantemente, así que entre la maraña de pistas, seguimos rumbo norte, siempre hacia arriba. Al final en la cresta vuelve la señal, hemos tomado el camino correcto, Figols está a la vista.
Desde Figols, por asfalto, llegamos a la cercana carretera de Saldes, y un par de curvas después, ahí está, como la pintura de un cuadro, el imponente Pedraforca nos observa con orgullo.
Tomamos la pista que nos llevará desde la cara sur hasta la norte, ascendiendo lentamente por el camino que plegándose en su falda nos acerca a la majestuosa e imperturbable cara norte. Es difícil describir tanta belleza, las nubes que nos han estado amenazando casi todo el día, despejan el cielo para que podamos admirar la montaña.
Aunque son ya casi las 21:00 horas seguimos la marcha lentamente, saboreando el camino, empapándonos del paisaje casi alpino, incluso tenemos la suerte de ver a los rebecos, indiferentes a nuestra presencia, pastar en una cresta.
Ya en el Mirador, disfrutamos de las vistas, de la compañía y del dulce cansancio del objetivo cumplido. Antes de las despedidas, los nuevos propósitos, las futuras rutas, y el brindis con cava.
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