“No seré yo quien afirme que el dinero no es necesario. No sería honesto por mi parte pues, además de frivolizar con el tema, estaría simplemente faltando a la verdad. Sin embargo, inspirado por las palabras del gran José Luis Sampedro, considero que no se nos educa para ser hombres libres, dueños de nuestra vida y nuestro destino” – Juancar –
Rosalía estudió Derecho y Administración de Empresas, pero parece ser que su destino no eran precisamente los despachos. Dice Juancar que su mayor virtud reside en su capacidad para renovarse y reinventarse continuamente. Su mayor pasión es viajar.
Juancar es Doctor en Oceanografía. Antes de haber comenzado este viaje ya había recorrido más de 20 países y pisado varios continentes, habla a la perfección tres idiomas. No es raro que la geografía sea su fuerte. Su mayor pasión es viajar.
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Y ESTE ES SU VIAJE
«Atrévete a ser tú, esa persona que realmente quieres ser», le dije a Rosalía tres años atrás, mientras arrancaba a «Rocinante», ponía primera y echábamos a rodar nuestros primeros pasos por el mundo.
En abril de 2017 salimos de Utiel (Valencia) a conocer el mundo sin fecha de vuelta a lomos de «Rocinante»: un Defender 130 Tdi del año 93, en cuya caja lleva acoplada una célula habitable.
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Inicialmente pusimos rumbo sur y, durante casi dos años, cruzamos África por su costa occidental, la más desconocida, compleja y dura de atravesar: 46.000 kilómetros y 21 países desde Marruecos a Mozambique.
En nuestro recorrido tuvimos que convivir con las amenazas del yihadismo y varios conflictos armados, amén de hacer frente a la malaria (hasta dos veces), la corrupción militar y policial, los asaltantes, las carencias de todo tipo y las averías mecánicas.
Pero también nos maravillamos con la naturaleza pura y salvaje que aún esconden ciertos rincones del sur de África. Nada de Parques Nacionales encerrando leones y elefantes: bestias en libertad por territorios vacíos de humanos.
Entonces embarcamos el Land Rover rumbo a América, a Montevideo, desde donde iniciamos nuestro periplo por el continente.
Un recorrido de año y medio (hasta la fecha) por Uruguay, Brasil, Paraguay, sur de Bolivia, Chile y Argentina.
A día de hoy nuestro Defender ha recorrido más de 70.000 km por todo tipo de climas y ecosistemas.
Hemos atravesado grandes cadenas montañosas, como el Atlas marroquí, la Dorsal del Camerún o la Cordillera de los Andes, rodando a 5.000 metros de altura. Pero también inmensas depresiones y desiertos, como el Sáhara y el Namib.
Hemos pasado cinco meses recorriendo las dunas y arenas del inhóspito y salvaje Kalahari, y durante semanas nos hemos adentrado en el Sahel y la sabana africana, en los colosales bosques del Congo, las selvas del Paraná, la Puna andina o el Gran Chaco americano, cruzando algunos de los mayores ríos del planeta: el Níger, el Congo, el Zambeze, el Paraná, el Paraguay…
Nuestro Land Rover ha rebasado la línea del Ecuador y ha cruzado unas quince veces los Trópicos de Cáncer y Capricornio, alcanzando el vértice austral de los continentes africano y americano (cabo de Agujas y cabo Froward, respectivamente).
Hemos serpenteado las costas mediterráneas, atlánticas, pacíficas e índicas. Y lo hemos hecho en todo tipo de carreteras y caminos. Algunas muy malas, otras malísimas, y, las más, inexistentes, batallando con piedras, barrizales, surcos, cráteres y dunas.
Hemos sufrido lluvias tropicales, hielo, nieve, sol desgarrador, vientos huracanados y tormentas de polvo y arena. Padecimos temperaturas extremas, máximas de 45ºC y mínimas de -18ºC, y experimentamos el privilegio de convivir con pueblos ancestrales como los beduinos en el Sáhara, los guaraníes y aché en Paraguay, los bosquimanos en el Kalahari y los himba en el Namib.
Más de 1.000 noches acampado bajo el cielo de playas vírgenes y desiertos, entre la selva tropical y la sabana, al arrimo de casas de barro y paja y junto a grandes cataratas, fiordos y glaciares.
Las noches vividas entre rugidos de leones y barritos de elefantes, entre gruñidos de hipopótamos y aullidos de hienas y chacales, han dejado un sinfín de recuerdos imborrables.
La emergencia sanitaria nos atrapó en la Isla Grande de Tierra del Fuego (Chile) y tuvimos que regresar a España, dejando allí a nuestro Defender. Obligados por la situación, hemos decidido poner un punto y seguido a nuestro viaje.
En breve, repatriaremos a «Rocinante» para ponerlo a punto de nuevo y volver a viajar como hasta ahora: hasta donde nos lleven nuestros pasos, al sol y al viento.
Fruto de los veinte meses vividos en África, hace justo un año publicamos nuestro libro «Nunca sacarás África de ti» (https://veroiryviajar.com/libro/), en el que narramos las aventuras y desventuras (y los grandes aprendizajes) que el continente nos regaló durante los dos años que allí estuvimos.
ROCINANTE (NUESTRO LAND ROVER DEFENDER)
Rocinante es un Land Rover Defender 130 pick-up. Un coche pensado para agricultura y ganadería, empleado en guerras, rescates, incendios y demás entuertos montañosos, y soñado para la aventura.
Con solo verlo te imaginas por mitad del Kalahari persiguiendo leones o vadeando ríos en medio del Amazonas. (Lo primero lo hemos constatado, lo segundo… tiempo al tiempo).
Nuestro rocín es un Defender «de los de antes». Y no solo porque vino al mundo antes de que la marca se vendiera y revendiera mil veces, acabando por restarle fiabilidad al mito, sino porque su alma no tiene ni un solo chip ni rareza electrónica alguna: mecánica pura y dura, de la de toda la vida, de la que suena «ta, ta, ta, ta, ta, ta…» al acelerar.
Su corazón bombea gasoil y tiene una potencia de 113 CV, los cuales, hasta hoy, se revelan suficientes para mover sus dos toneladas de peso y arrastrar —de paso— la tonelada y media extra de la «casa» que carga a cuestas. Nada menos.
Tecnológicamente hablando es un trasto. Los asientos son tablones y el embrague es una piedra, le entra agua cuando llueve y viento helado cuando hace frío; para entenderse hay que hablar a gritos y el calor del motor y la caja de cambios (entre los asientos delanteros) se cuela a llamaradas en la cabina; no lleva radio ni mucho menos aire acondicionado, mientras que de electricidad… sí, lleva sus cables, mandos, luces y demás, pero lo cierto es que funcionan cuando funcionan. Por no hablar del cuadro de mandos: ni velocímetro ni aforador de combustible ni testigos que testifiquen nada… Vamos, lo que vendría a ser un tractor ligero con cabina.
Entonces, ¿por qué elegimos un Defender?
La respuesta es sencilla: queríamos llegar a lugares complicados y lejanos, y queríamos hacerlo con garantías. Y es que un Defender es un tractor lento e incómodo, ¡pero es un tractor!